El abuelo León Kibalchich es un oficial de la guardia imperial que pasa a la historia por haber participado en el asesinato del zar Alejandro II. Huye a Ginebra y luego a Bruselas donde nacen dos hijos: Victor y Raoul. Éste morirá de hambre con ocho años y medio. León Kibalchich pasará el resto de su vida en Argentina y no volverá nunca más a Rusia.
Vlady lleva la revolución en la sangre, como otros los privilegios de una aristocracia. Pero no se trata de cualquier revolución: sino la de los anarquistas rusos y la de los libertarios franceses. Todo lo contrario de la rigidez del totalitarismo estaliniano. Durante la guerra civil española milita en las filas del POUM. Sin embargo, al hijo de Victor Serge no se le permitirá ir al frente. Le queda el arte.
Isabel es "la tierra de Vlady" señala la crítica Berta Taracena. Ella dará una patria y un idioma al refugiado franco-ruso, ella se convertirá en la musa privilegiada de su arte, ella dará un rostro y un cuerpo al eterno femenino que obsesiona su búsqueda de absoluto.
El mural de Vlady llama la atención de numerosos visitantes procedentes
del mundo entero. Edgar Morin, Lawrence Ferlighetti, Jean-Pierre Chevênement,
Michel Lequenne, Allen Ginsberg y Andrei Voznesensky, entre otros, han tenido
la suerte de viajar con Vlady a través de las revoluciones.
En 1981, en plena guerra fría, el poeta estadounidense Allen Ginsberg y el poeta ruso Andrei Voznesensky proclaman unánimes su admiración por el fresco. Al final de la visita, Voznesensky exclama: "¡Y pensar que cuando regrese a la URSS no podré escribir jamás una sola línea sobre lo que he visto aquí!".